Alberto Chissano nació el 25 de enero de 1935 en Chicavane-Manjacaze, provincia de Gaza, en el sur de Mozambique, y puso fin a su vida el 19 de febrero de 1994 en Matola (Mozambique). Un mes antes de su muerte, se inauguró la Galería Museo Alberto Chissano en la calle Torre do Vale, situada en el barrio de Sial ―en el municipio de Matola, a las afueras de Maputo―, junto a la casa donde también vivió. El museo alberga un importante número de esculturas de Chissano, así como pinturas de artistas mozambiqueños y de otras nacionalidades. Perdió a su padre en el momento de su nacimiento, quien, sin embargo, le auguró a Alberto que sería "el más sabio", y el escultor se daría cuenta más tarde de que esa sabiduría estaba en sus "manos". Fue pastor de ganado durante parte de su infancia, y se cree que una abuela le introdujo en las artes de la brujería, y luego, en Maputo, fue aprendiz de sastre, cocinero, trabajó en las minas de Sudáfrica, fue militar cuando regresó a Mozambique y, en un momento de su vida errante, recibió una invitación de Júlio Navarro para entrar como empleado en el centro artístico Núcleo de Arte Lourenço Marques. Según su testimonio, en este centro artístico vio los cuadros de José Júlio y Malangatana con los que quedó maravillado; los artistas lo retaron a crear, y Malangatana fue incluso decisivo para darle el impulso necesario para empezar a esculpir. Mientras tanto, trabajó en la Direcção de Faróis como ayudante de pintor, así como en el Museo Álvaro de Castro como ayudante de taxidermista. Le gustaba la madera porque esta lo llamaba a la acción: como su abuelo había trabajado la madera, consideraba que esta materia prima estaba específicamente asociada a la identidad africana.

Alberto Chissano, el hombre-escultor quien afirmaba que no trabajaba para sí mismo, sino para el pueblo, y a quien no le gustaba mentir, reconocía que siempre le había acompañado en su vida una cierta tristeza, una melancolía. Durante su carrera artística, que comenzó a los 30 años, Alberto Chissano se preocupó por la comprensión del arte por parte del pueblo, que se arraigaba en el sentimiento y repudiaba la categoría de negocio. A menudo los cuellos de sus esculturas apuntaban hacia arriba porque, como aseguraba con tanta delicadeza y sensibilidad, resultaba necesario "mirar allí arriba".